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El Teatro Circo de Albacete, premio a la Permanencia del COACM, busca ser declarado Patrimonio Mundial

Lo logró en el epígrafe de Rehabilitación. El proyecto ejecutado en 2002 es obra de Juan Caballero, Emilio Sánchez y Carlos Campos. Después de la declaración como Bien de Interés Cultural del edificio, Juan Caballero destacó, recogiendo el premio, que «ahora nos hemos empeñado en que la UNESCO lo declare Patrimonio Mundial»

En los recientes premios de Arquitectura y Urbanismo del COACM, celebrados en Cuenca, el premio a la Permanencia, para obras con más de 20 años, en la categoría ‘Rehabilitación’ fue para el Teatro Circo de Albacete.

Es obra de Juan Caballero, Emilio Sánchez y Carlos Campos. Eliseo Quejico, director territorial de Cuenca de Globalcaja, le entregó el premio a Juan Caballero, quien recalcó que, después de la declaración como BIC del edificio, ahora «nos hemos empeñado en que la UNESCO lo declare Patrimonio Mundial, y la ciudadanía está respondiendo a este reto».

La candidatura del Teatro Circo de Albacete, para ser declarado Patrimonio Mundial por  la UNESCO, fue presentada en el acto cultural organizado por la Asociación Nacional de Amigos de los Teatros Históricos de España (AMIThE) en el Teatro Muñoz Seca de Madrid, en noviembre de 2023. Con ello, se pretende preservar una tipología arquitectónica que supuso una renovación en la forma de representar las artes escénicas y que tuvo un desarrollo muy extendido en toda Europa en el siglo XIX y principios del XX. 

El Teatro Circo de Albacete representa una tipología de edificio híbrido, de carácter popular,  que tuvo su origen en el siglo XIX en Francia, con una gran expansión por otros países, especialmente España, en el que se alternaban los usos de teatro y de circo, y que desde la aparición del cinematógrafo está en vías de desaparición. 

La versatilidad que le otorga este carácter «híbrido» ha permitido al teatro sobrevivir a lo largo de estos siglos en Albacete, admitiendo, además de la variedad de espectáculos, la convivencia de diferentes estilos arquitectónicos que aportan al edificio la solución a las necesidades de cada época. Así, gracias a la voluntad popular, el Teatro Circo de Albacete es el único teatro de estas características en el mundo que todavía compagina el doble uso y permite mantener el espectáculo circense en el centro de la ciudad.

En España se adoptó este modelo bajo la influencia francesa, con sus peculiaridades locales, durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX. Según publica Josefina González Cubero, de la Universidad de Valladolid, en su artículo «Híbridos y Polimorfos. los teatro-circo en España», hubo hasta 60 de estos edificios repartidos por toda la Península Ibérica. Solo quedan cinco en pie. El Apolo de El Algar, el Teatro Circo de Orihuela, el Villar de Murcia y el Marte de Santa Cruz de Tenerife se conservan con uso exclusivo de teatro. El Teatro Circo de Albacete (1887) es el único, en todo el mundo, que mantiene su estructura original de doble capacidad escénica y desarrolla aún hoy actividades circenses. 

El resurgimiento del circo, con un formato más sostenible, en los últimos años permite hoy al Teatro-Circo de Albacete mantener una programación circense combinada con la puramente teatral siendo fiel al espíritu inicial con el que se concibió el edificio. 

Entre los teatros-circo construidos en España, destaca el de Albacete por adaptarse fielmente a esta tipología, con una influencia importante en la vida cultural de la ciudad. La supervivencia de este teatro se puede explicar por las condiciones de su estructura, que recogía todos los avances tecnológicos de la época, basada en muros de carga de fábrica y estructura de fundición de acero que ya empezaba a utilizarse en los años de su construcción en 1887, haciéndolo capaz de resistir el paso del tiempo. Pero también por su versatilidad para adaptarse a los diferentes usos que se le han requerido. Por último, cabe destacar también que, tras haber cerrado sus puertas por decadencia del negocio, hubo una voluntad política que atendió a los requerimientos de conservarlo de la población, primero catalogándolo como edificio protegido y posteriormente, en 1987, mediante su adquisición para convertirlo en patrimonio público. 

El edificio que se mantiene en la actualidad, como ocurre con cualquier organismo vivo, es el resultado de una evolución, en la que ha habido diferentes intervenciones a lo largo de sus 137 años de historia. No todas fueron respetuosas con la concepción inicial de edificio flexible. 

La construcción original data del año 1887.  El Teatro Circo de Albacete surge de la iniciativa privada de un grupo de ciudadanos que constituyeron la Sociedad del Teatro-Circo en 1886 para promover su construcción. Albacete obtuvo el título de ciudad en 1862, favorecido el crecimiento por el paso del ferrocarril que unía el levante español con el centro.  Entonces se estaba convirtiendo en un nudo de comunicación que permitía el acercamiento, entre otras, de las compañías de teatro grandes ciudades de España. Contaba con 20.000 habitantes. 

El proyecto que se construyó tomó como modelo la tipología de teatro-circo de influencia francesa y que en España estaba adquiriendo gran difusión, principalmente por las provincias costeras, siendo dirigido por los arquitectos Juan Peyronnet y Juan Pérez Romero. Su ubicación se eligió en terrenos de huerta, entre la estación de ferrocarril y el centro urbano, lo que facilitaría el suministro de material proveniente principalmente de Valencia. 

Aunque el edificio, cuyas obras se iniciaron en 1886, se inauguró en 7 de septiembre de  1887 para coincidir con la celebración de la feria de Albacete, en esta fecha no estaba totalmente acabado. Presentaba graves deficiencias que arrastró durante los años siguientes, como se señala en las crónicas de la época. 

El Teatro-Circo estuvo funcionado sin interrupción desde esa fecha hasta 1919, con un repertorio variado, incluyendo interesantes espectáculos circenses, y también con la proyección de las primeras películas de cine. 

Tras el requerimiento del Ayuntamiento para terminar la fachada de la calle Carcelén, atendiendo a la reclamación de los vecinos de dicha calle por falta de higiene y decoro, la Sociedad del Teatro Circo decidió ampliar el cuerpo del escenario hasta la línea de fachada con un cuerpo, de igual altura al de las crujías externas, que permitiese aumentar la superficie de almacenes para decorados y demás efectos del teatro. De este modo, los cuerpos centrales de la torre quedaron retranqueados emergiendo de la base de dos plantas que conformaba las fachadas. A este nuevo volumen ya se le dio un tratamiento más apropiado al carácter representativo del teatro.

En 1919, probablemente porque las actuaciones circenses cayeran en desuso y para resolver las deficiencias que se arrastraba el edificio desde su inauguración, se produjo una reforma trascendental que afectó principalmente a la sala, modificando y desvirtuando la configuración inicial para la que estaba concebida. Con dicha intervención se adoptaba un tipo que se ajustaba más a los que se destinaban exclusivamente a teatro y a representaciones escénicas, como era el modelo «a la italiana». Entonces se eliminó el doble uso de la pista de circo y se transformó en platea permanente, ampliándola, al eliminar los palcos del semicírculo del fondo de la sala. El resultado visual cambió completamente, tanto en la concepción del espacio, como en la decoración superficial que pasa de neomudéjar a neoclásico. En cuanto a concepción espacial, con esta reforma se perdió riqueza volumétrica, desvirtuándose los elementos estructurales y creándose además puntos de vista elevados no deseables. En 1924 se llevaron a cabo nuevas obras de ampliación. 

El Teatro Circo fue una víctima más de la Guerra Civil Española. El cuerpo de acceso de la calle Isaac Peral quedó gravemente afectado por los bombardeos. En 1942 la propiedad del teatro solicitó la demolición de este cuerpo para construir uno nuevo que mantendría en planta baja el acceso al teatro, destinándose el resto mayoritariamente a viviendas. 

La nueva obra, que se concluyó en 1945, consistió en un edificio de  4 plantas que ocupaba la huella del cuerpo demolido, aunque se adelantó su fachada, antes retranqueada, a la alineación oficial de la calle. La composición respetó el eje del teatro, manteniendo el vestíbulo en su posición primitiva, con doble altura, precedido de un soportal con una amplia marquesina. El resto de la planta baja se destinó a locales, compartiendo una cafetería con el teatro, mientras que el resto de plantas se destinó a viviendas. De esta forma la fachada perdió su función representativa, quedando oculto el teatro, que sólo podía reconocerse por la marquesina y el rótulo volado de la fachada, o la visión sesgada de su volumen desde la calle posterior. Con esta configuración se mantuvo el teatro hasta el final del siglo, con una programación variada, tanto de representaciones teatrales como musicales, llegándose a reutilizar la platea como escenario al organizar veladas de boxeo. No obstante, el cine fue desplazando poco a poco a la escena, que quedó reducida a partir de los años 60 a actuaciones esporádicas, hasta que en 1985 la empresa propietaria decidió cerrar definitivamente sus puertas. 

Rehabilitación definitiva en 2002, premiada por el COACM en 2024
El teatro que se conserva en la actualidad es el resultado de un concurso de ideas convocado por el Ayuntamiento de Albacete en 1995, una vez expropiado el edificio en 1993, abandonado desde su cierre, para pasar a ser patrimonio municipal. A pesar haber sido incluido en el Catálogo de Edificios Históricos-Artísticos, el concurso no condicionaba la rehabilitación de la preexistencia, quedando abierto a la demolición y nueva construcción de acuerdo a las condiciones del programa establecido de uso teatral, atendiendo de esta manera a las diferentes sensibilidades que se manifestaban, desde las más puramente funcionalistas a las más conservadoras que defendían la recuperación de la memoria colectiva.

El proyecto definitivamente elegido, premiado por el COACM, obra como se citaba anteriormente, de Juan Caballero, Emilio Sánchez y Carlos Campos, ejecutó una rehabilitación del edificio que ha recuperado la su memoria histórica, tal como fue concebido en origen, y que daba coherencia a la estructura conservada. El criterio de intervención que exponían los autores «trasciende de la mera recuperación de unos elementos morfológicos de discutible valor arquitectónico, para incidir en la recuperación de una tipología en vías de extinción, que puede ser reinterpretada bajo la óptica de nuevas posibilidades escénicas». 

Tras un diagnóstico poco esperanzador del estado del edificio, considerando las diferentes prótesis que le habían sido añadidas, se apostó, como explica Juan Caballero, por una «reanimación del paciente basándose en su proceso de gestación». Otro aspecto considerado en la valoración del edificio fue el de su mutabilidad, que garantiza la permanencia a lo largo del tiempo. Por tanto, Caballero, Sánchez y Campos consideraron que la versatilidad inherente al Teatro Circo era un valor a conservar.

El carácter ecléctico de la construcción y su falta de unidad de estilo, así como su configuración en tres volúmenes autónomos, facilitó la intervención para adaptarlo a las nuevas necesidades y recursos escénicos, en función de cada una de sus partes.

Partiendo del criterio de respetar los elementos arquitectónicos originales que se conservaban, unificando el estilo neoárabe que caracterizaba el Teatro-Circo original, y teniendo en cuenta la necesidad de emprender una rehabilitación del edificio viable en la actualidad, se acometió la intervención bajo unos parámetros en los que primó la concepción espacial acorde con la estructura existente, la obtención de máxima capacidad con las mejores condiciones visuales y la mejora de las condiciones acústicas y ambientales. 

Tras un estudio detallado de posibilidades se concluyó que la mejor disposición de los espectadores era la de graderío circular, tal como era en sus inicios. La disposición en graderío mejoraba considerablemente las condiciones acústicas al aumentar el volumen de la sala y evitar forjados con techos próximos a las butacas que producen descompensaciones acústicas. Esta disposición, que recuperó la condición fundamental de la tipología del teatro-circo, llevó a pensar en restaurar la capacidad del edificio de albergar un espacio escénico más flexible, así como readaptar la disposición de los espectadores a esta circunstancia, con anfiteatro en dos niveles y una platea dividida en dos sectores, de modo que la parte circular más próxima al escenario pudiera ser reconvertida en escena central. De esta manera, el circo en su versión más actualizada volvía a tener cabida en el teatro.  

La esbeltez de las columnas que se recuperó al desplazar las butacas en graderío entraba en contradicción con el aspecto pesado que adquiere el falso techo abovedado añadido en 1919. Por ello, tras comprobar el buen estado en que se encontraban las arquerías originales neoárabes, se planteó la recuperación del diafragma formado por dichas arquerías con otro tipo de solución de falso techo más acorde, que se sustentaba con una lógica estructural y que permitía obtener una solución formal más adecuada a requerimientos acústicos.   

La sala, recuperada según la forma original, debía resolver los problemas de aislamiento, tanto térmico como acústico, que sufría en su origen, sin desvirtuar la concepción espacial. Para ello, la superficie cónica de la cubierta se reforzó exteriormente mediante una losa de hormigón con la masa suficiente para proporcionar un aislamiento a ruido aéreo adecuado, utilizando la estructura primitiva metálica como soporte de falso techo. Superiormente se incorporó aislamiento térmico y se cubrió con una cubierta ligera de cobre que formaliza la superficie cónica. Interiormente, para conseguir un acondicionamiento  acústico de la sala que reflejara adecuadamente las ondas provenientes de los focos de sonido, tanto del escenario como del foso de orquesta, se colgó en el centro de la sala una superficie reflectora flotante de traza convexa que permitía entrever la estructura del techo y una estructura concéntrica de planta de anillo circular, a modo de gran lámpara, que hace la función de  galería de luces, protegida por antepechos de paneles de madera con inclinación apropiada para reflejar convenientemente el sonido a la sala. Para reforzar la imagen de ligereza de la superficie reflectora, se trató como una bóveda celeste, cuyas constelaciones iluminan tenuemente la sala. Los antepechos del anfiteatro también tienen una función acústica, resolviéndose con superficies inclinadas para reflejar mejor el sonido. 

Todos los elementos añadidos al volumen inicial tuvieron un tratamiento minimalista para convivir mejor con la arquitectura preexistente, utilizando un lenguaje actualizado. 

Una vez recuperada la sala según su configuración original, para que la doble capacidad escénica tuviera operatividad y se hiciese realidad la representación en formatos diferentes, se hizo necesario dotarla de los mecanismos que permitiesen una fácil transformación. La solución planteada, dentro de las limitaciones presupuestarias, consistió en un foso bajo la platea que permitiera almacenar, mediante un sistema de ‘carras’ móviles, las butacas de platea o las plataformas de la pista, alternativamente, en función del espectáculo a representar. 

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